El comportamiento humano es un fenómeno increíblemente complejo, influenciado por una combinación de factores biológicos, psicológicos, sociales y culturales. Sin embargo, en la búsqueda por comprender esta complejidad, a veces caemos en la trampa del reduccionismo, es decir, la tendencia a simplificar en exceso y explicar el comportamiento humano a partir de una única teoría, perspectiva, rasgo o enfoque. El ser humano, en su crecimiento y desarrollo, evoluciona y se transforma, experimentando cambios importantes según su etapa de vida, intereses y las posibilidades del entorno.
Las consecuencias del reduccionismo
Reducir el comportamiento humano a una visión superficial no solo limita nuestra comprensión, sino que también omite capas de profundidad necesarias para entender por qué alguien puede o no desempeñarse adecuadamente en un rol, por qué permanece más tiempo en una compañía o cuál es su proyección futura. Verlo como una simple categoría o gama de colores es un nivel muy superficial que nos aleja de una comprensión verdadera y nos impide apreciar la riqueza y diversidad que cada individuo posee.
La necesidad de un enfoque profundo
Para evitar caer en el reduccionismo, es esencial adoptar un enfoque profundo que considere múltiples perspectivas. Esto implica integrar componentes como la capacidad, el talento y las competencias, pero también identificar los factores que coexisten con la persona y que bloquean o deterioran su potencial. Una visión que aborde diferentes capas no puede omitir aspectos como el relacionamiento, la capacidad cognitiva, el manejo emocional, la capacidad de ejecución y, por supuesto, los valores y características menos visibles de la personalidad que pocas veces son observables en las entrevistas iniciales.
Conclusión: La complejidad del comportamiento humano merece más que simplificaciones
En última instancia, el comportamiento humano es demasiado complejo para ser comprendido plenamente a través de una sola variable, como las dimensiones del DISC o sus derivados. Esto deja fuera el análisis de la capacidad cognitiva y el manejo de la inteligencia emocional y adaptativa, tan necesarias en tiempos de transformación. Aunque un modelo superficial puede parecer más sencillo, a largo plazo construye estereotipos que no reflejan la realidad, rotulando a las personas y dejando de lado su individualidad. Cada ser en el planeta es diferente, y vernos a todos como iguales es una trampa que puede llevar a decepciones y a la necesidad de despedir a alguien sobre el que se creó una expectativa errónea.
No te quedes con un rótulo; tú no eres un rótulo o color, eres más que eso. No rotulemos ni encasillemos a las personas en categorías generales, ya que son muchos los factores que intervienen en su comportamiento. Es más responsable y eficaz observar la profundidad de cada individuo.
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